sokio diaz-gallardo





On My Work As a Composer 


This text was part of an interview made in 2003 by Chilean journalist Claudia Leiva.

More than a composer, I feel like a creator participating in a process where I’m discovering a new way of communicating that we didn’t know before.

In Chile, we don’t have a culture of going to the opera, of attending it, and I felt it was necessary to see the world from that place, on a much purer level, one that enters more directly into the viewer, the listener.

The themes I’m interested in addressing in my work are those that belong to a shared set of ideas.To speak about the things that hurt us, the deaths happening around us today, the accidents we constantly see on television and the internet. And unlike in the past, when composers and audiences were more removed, now we have immediate access to these topics.

Before, we had to turn to books and historians to reflect and prepare those pieces. Today, thanks to that immediacy, we’re all informed about these subjects.

With some of the pieces I’ve created, I’ve only had to explain the idea in the title, because the themes are already known. That’s the difference between my work and that of classical composers.

When we formed the House of New Opera, we decided to talk about contemporary issues, subjects that moved us in the immediate present—things we knew were there a year ago, a month ago, the day before.

Tántalo is one of the works that best reflects that idea: telling the story of the girl who died in Colombia, drowned in mud. In the summer of 1996, we were part of a tragedy where dozens of young Chileans and others from across Latin America died in a plane crash in Arequipa, Peru.

We immediately felt we had to talk about it, but we knew we had to wait for the right moment to share our ideas on that subject. So, we took some distance and proposed staging it in 2001. We invited the parents of those young people, and all of us took part in a somewhat cathartic experience.

That’s what we want to talk about: that we must not forget, that we have to keep in mind—without sensationalism—what happens to us as human beings.

That was the mission of Greek works: compassion and fear. To remind us that we are alive, but only for a brief time, we are part of a fleeting moment.

Today, technology allows us to be part of a search in which we try to communicate in a more immediate way. We use all the tools that the 20th century gave us: data projectors, synthesizers, samplers, tape violins, electronic violins. But we also try not to be confused by the speed with which information reaches us.

It’s not television.

We communicate through technology, but we tell it at a rhythm different from what the audience is used to. I believe many composers and opera houses have forgotten that technology is something that accompanies us.

Just like the piano once emerged, or the violin came out of the technological advances of its time, today we have many possibilities to better explain the world we live in.

In my works, the voice and electronics blur to produce a new way of explaining that world. On the other hand, I try to initiate a discovery of spoken language. Italians, French, and Germans already have a tradition of sung speech. And discovering the rhythm of our spoken issues is what I’m trying to uncover.

There are people who wanted to know our work and echo it.

We weren’t wrong in trying to find in our history, in our identity, those tragedies that could resonate elsewhere. At this point, I believe my work as a composer is just beginning.

And meeting people, composers, or audiences who want to hear my stories, I believe, can produce something interesting, something new. This is the moment, it’s the beginning of everything.

I started knowing nothing, and now that I finally have something, I’m confident that I can keep moving forward, learn more, and show others that yes, we can tell ourselves who we are.

Sobre Mi Trabajo Como Compositor


Este texto fue parte de una entrevista hecha en 2003 por la periodista chilena Claudia Leiva.

Más que un compositor, me siento un creador participando de un proceso donde estoy encontrando una forma de comunicar que no conocíamos. En Chile no tenemos una cultura de ver ópera, de asistir a ella, y sentí que hacía falta ver el mundo desde ese lugar, en un nivel mucho más puro, que entra de una manera más directa al espectador, al auditor.

Los temas que me interesa contar en mis trabajos son aquellos temas que pertenecen a un ideario común. Hablar de las cosas que nos duelen, de las muertes que nos suceden hoy día, de los accidentes que estamos viendo constantemente en la televisión, en la internet. Y que, a diferencia de lo que ocurría en el pasado con los compositores y con el público, ahora tenemos la inmediatez de conocer esos temas. 

Antes teníamos que recurrir a los libros, a los historiadores, para poder pensar y preparar aquellas piezas. Hoy, gracias a esa inmediatez, todos estamos informados de esos temas.

Con algunas de las obras que he hecho, solo he recurrido a explicar en el título lo que quiero contar, porque ya los temas son conocidos. Esa es la diferencia que tienen mis trabajos con los compositores clásicos.

Cuando formamos la Casa de la Nueva Ópera, decidimos hablar de temas contemporáneos, de temas que nos conmovieran en lo inmediato, que supiéramos que estaban ahí un año atrás, un mes atrás, el día anterior. 

Tántalo fue una de las obras que mejor refleja esa idea: hablar de la niña que murió en Colombia, ahogada en barro. En el verano del año 96, fuimos parte de una tragedia donde murieron decenas de jóvenes chilenos y también de otras partes de Latinoamérica en un accidente aéreo en Arequipa, Perú.

Inmediatamente pensamos que teníamos que hablar de ello, pero sabíamos que teníamos que esperar el momento preciso para poder comunicar nuestras ideas respecto de ese tema. Entonces, tomamos distancia y nos propusimos montarla en el año 2001. Invitamos a los padres de todos esos jóvenes y todos fuimos parte de una experiencia en cierta forma catártica.

De eso queremos hablar: de que no hay que olvidar, de que tenemos que tener presente —sin morbo— lo que nos sucede como seres humanos.

Esa era la misión que tenían las obras griegas: comiseración y temor. Recordar que estamos vivos, pero que tenemos un lapso, somos parte de un momento.

Hoy la tecnología nos permite participar de una búsqueda en la que intentamos comunicarnos de una manera más inmediata. Ocupamos todos los elementos que el siglo XX nos ha brindado en términos tecnológicos: data show, sintetizadores, samplers, violines de cinta, violines electrónicos. Pero además tratamos de no confundirnos con la velocidad con que la información nos llega.

No es televisión.

Nos comunicamos a través de la tecnología, pero lo contamos a un ritmo distinto al que el espectador está acostumbrado. Creo que muchos compositores y muchas casas de ópera se han olvidado que la tecnología es algo que nos acompaña.

Si el piano apareció en un momento, o el violín fue producto de la tecnología que se podía producir en ese momento, hoy tenemos muchas posibilidades para poder explicarnos mejor el mundo en el que estamos participando.

La voz y lo electrónico en mis obras se confunden para producir una nueva forma de explicar ese mundo. Pero por otra parte, trato de iniciar un descubrimiento del habla. Los italianos, los franceses, los alemanes ya tienen por tradición una forma de cantar hablado. Y ese descubrimiento del ritmo de nuestros problemas al hablar son los que estoy tratando de encontrar.

Hay gente que quería conocer nuestros trabajos y hacer eco.

No estábamos equivocados al tratar de encontrar en nuestra historia, en nuestra identidad, esas tragedias que podían hacer eco en otros lugares. A esta altura creo que mi trabajo como compositor está empezando.

Y encontrarme con personas, con compositores o con público que quiere escuchar mis historias, creo que puede producir algo interesante, algo nuevo. Este es el momento, es el comienzo de todo.

Partí sin saber nada, y ahora que recién tengo algo, estoy confiado en que puedo seguir avanzando y aprender más, y explicarle a otros que sí podemos contarnos a nosotros mismos cómo somos.